jueves, 9 de junio de 2011

La verdadera mafia de la salud



Escrutinio
Juan José Morales

Con frecuencia, los promotores de las llamadas terapias alternativas y naturistas hablan de “la mafia de la salud”. Es decir, de una especie de sociedad secreta conspirativa, formada por los médicos, los fabricantes de medicinas y los dueños de clínicas y hospitales, que se han confabulado para explotar a los enfermos, imponerles tratamientos tan costosos como inútiles o innecesarios, venderles medicamentos a precios exorbitantes y —sobre todo— impedir que la gente utilice los maravillosos tratamientos con los que ellos —naturistas y practicantes de todo género de terapias no convencionales— podrían aliviar el dolor ajeno.
En realidad, la mafia de la salud existe. Pero no es la que se dice, sino la criminal alianza que han formado las grandes empresas televisoras y las cadenas de tiendas de autoservicio, con los fabricantes de los llamados productos milagro, o sea los cosméticos, complementos alimenticios y demás productos por el estilo, que la publicidad presenta como medicamentos sin que lo sean.
Esa sí es una auténtica mafia, con todas las características de la delincuencia organizada, pues el engaño de que hacen víctimas a los consumidores al ofrecerles cura, alivio o prevención de un sinfín de enfermedades a sabiendas de que los productos a los cuales se les atribuyen tan extraordinarias propiedades son totalmente inútiles, no solamente constituye un fraude en toda la extensión de la palabra sino que conlleva graves riesgos para la salud de quienes, confiados en esas promesas, se exponen a empeorar de sus males e incluso a morir por no recibir la necesaria y adecuada atención médica.
Ahora, los vendedores de productos milagro han comenzado a explotar una nueva veta publicitaria: utilizar a populares figuras de la televisión para promoverlos simulando entrevistas con reales o supuestos médicos o con la excusa de difundir información acerca de diversos padecimientos.
Una conductora que destaca en ese tipo de actividad es Rocío Sánchez Azuara, a quien ya hemos mencionado en esta columna como promotora del Prostaliv, un bebistrajo a base de yerbas del cual un sedicente médico entrevistado por ella hace creer que cura los problemas de la próstata, cosa que jamás se ha demostrado en pruebas clínicas. Pero el colmo con la señora en cuestión fue cuando, en uno de sus programas de pleitos de vecindad, presentó a una mujer de la cual dijo que aunque padece de cáncer, ha vivido muchos años sin someterse a tratamiento médico contra el mismo, simplemente tomando todos los días cierto té que, naturalmente, se anunciaba en el mismo programa. Me pregunto si a doña Rocío no le remuerde la conciencia pensar en cuántas enfermas de cáncer de seno o de la matriz a las que convenció con su anuncio de que no necesitan ir al médico, morirán por creer que un tecito diario mantendrá la enfermedad a raya.
En otros casos, lo que se anuncia no son productos milagro, sino medicamentos de libre venta. Eso lo hace, por ejemplo, Lolita Ayala, con sus cápsulas llamadas “Información que cura”, que son seguidas de anuncios de medicamentos contra las enfermedades de las cuales habla. En este caso, el peligro estriba en que se promueve la automedicación, con todos los riesgos que ello implica. Por ejemplo, el de que el enfermo se diagnostique a sí mismo a partir de los síntomas que tiene o cree tener, y en realidad padezca otra enfermedad. Esto es muy común, pues un mismo síntoma puede corresponder a muchas y muy diversas enfermedades, y sólo un médico, con una evaluación completa, puede establecer un diagnóstico preciso.
En fin, sí hay una auténtica mafia de la salud, que está vaciando los bolsillos y dañando gravemente la salud de millones de mexicanos a través de la televisión.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx

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