Dejemos a dios, y a los santos, donde deben estar
JM. Rodríguez
Einstein, que además de sabio era socialista, estudió, como hacen los sabios, a Spinoza. De ahí que haya escrito que el “sentir” y el “ansiar” están al inicio de toda experiencia religiosa. No sé si dijo también, pero en todo caso resulta obvio, que esos sentimientos, que son de miedo, generan la necesidad de contar con la “divina providencia” que ampare y consuele.
Yo, que soy un mortal común y corriente, entiendo esto y lo respeto. Sé muy bien que cualquier discusión en torno a la existencia o no de dios es, además de inútil, provocadora de desgarres emotivos. Por eso he aprendido, en mi ateismo irreductible, a dejar la pretensión de convencer a los que insisten en lo sobre-natural. De la misma manera aspiro que esos creyentes, que sin duda son mayoría, respeten mi minoritaria disidencia.
Pero, una cosa son las convicciones religiosas que cada individuo lleva en su ser interior y otra los asuntos políticos. Ellos sólo pueden ser asumidos a través de la razón. Es de ahí que me resulte sorprendente (para no decir inaceptable) que el Estado venezolano (laico por esencia), ahora, en plena transición al socialismo, pretenda convertir la fe cristiana en asunto público de interés nacional.
Spinoza, religioso de formación pero duro crítico de la asociación religión-política, decía, refiriéndose a dios, que si él hubiera podido hablar, nos hubiera dicho: Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.
“Prefiero ser descendiente de un simio que hijo depravado de Adán“. Paul Broca, cirujano neurólogo y antropólogo francés
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