sábado, 9 de julio de 2011

México: El PRI neoliberal se quita la careta

No esperó mucho el dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira, para anunciar su decisión de apoyar a Felipe Calderón en su estrategia reaccionaria orientada a consolidar reformas neofascistas. Sabía que antes de las elecciones, hacer tales pronunciamientos podría ser contraproducente; se cuidó mucho de no mostrar el verdadero rostro del priísmo neoliberal, que busca su regreso a Los Pinos para servir a la oligarquía sin la intermediación de los ultraderechistas del PAN.

Luego de haber estado escondido para no dar la cara y defenderse de las acusaciones de corrupción que hizo la dirigencia del partido blanquiazul a su ex secretario particular, y a él indirectamente, puntualizó que ahora sí están listos para llevar a cabo un periodo extraordinario de sesiones en el Congreso, “con el fin de aprobar las reformas que le interesan a las otras fuerzas políticas y al Ejecutivo federal”. Se refirió a “la política, la laboral, la educativa, de salud, económica, etcétera”.

Afirmó que su estrecha amistad con la dirigente del sindicato magisterial, Elba Esther Gordillo, data de hace más de veinte años, y que desde luego los priístas están en la mayor disposición para establecer una alianza estratégica con ella y con su partido Nueva Alianza (Panal). Ahora, dijo, en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI se dedicarán a “la construcción de un proyecto que se pueda explicar con claridad a toda la población de hacia dónde exactamente queremos llegar… qué es lo que vamos a hacer como partido y al llegar (¿a Los Pinos?), qué transformaciones lograríamos para México”.

No se necesita mucha imaginación ni una desmesurada capacidad de análisis para saber lo que quiere el partido tricolor y cuál sería su proyecto de país. Busca sin lugar a dudas consolidar su hegemonía como la tuvo durante siete décadas del siglo pasado, una meta irrealizable en la actualidad debido a que el país es mucho más complejo que años atrás, con problemas mucho más graves que serían inmanejables de seguir por el rumbo neoliberal que sigue la nación desde hace tres décadas, el cual habría de continuar el PRI una vez en el poder. En consecuencia, la única transformación posible sería sacar al partido blanquiazul de la casa presidencial para habitarla ellos, los priístas.

En esencia, eso es lo único que buscan, con el total beneplácito de la oligarquía y de la Casa Blanca en Washington, debido a la impericia de los panistas para gobernar, aunada a una desmesurada ambición de poder y riquezas. Los hechos así lo avalan luego de una década de mantener en sus manos la Presidencia de la República. Son lo mismo uno y otro partido, en tanto que ambos representan los intereses de una oligarquía que no se sacia de acumular riquezas y disfrutar de privilegios inimaginables para el mexicano común. Su proyecto de país es idéntico, sólo que los priístas tienen mucho más oficio político, astucia y capacidad discursiva.

No es casualidad que tengan total coincidencia en lo que se refiere a las llamadas reformas estructurales, que no son otra cosa que políticas públicas neofascistas tendientes a garantizar altas tasas de ganancias a la oligarquía, seguridad para sus intereses y un ambiente muy favorable a sus proyectos particulares. De ahí que ahora sí, una vez que pasaron las elecciones, Moreira afirme sin tapujos que están listos para apoyar en el Congreso la aprobación de las reformas que son fundamentales para Calderón, pero que en realidad lo son para la oligarquía, sobre todo la laboral y la de seguridad pública y la económica.

Cabe preguntarse entonces, cómo es posible que si el PRI está en contra de los intereses del pueblo gane elecciones con amplio margen, como acaba de suceder en el estado de México, Coahuila y Nayarit. Esto es consecuencia dialéctica del atraso estructural de la sociedad mexicana, de la tremenda influencia de los medios electrónicos, particularmente de la televisión, y de la creciente pobreza en que se encuentra más de la mitad de la población del país. De ahí que vaya en contra de las prioridades de la oligarquía realizar cambios de fondo en la sociedad, y para garantizar que eso no suceda está el PRI, listo para el relevo una vez que el PAN demostró su incapacidad como partido gobernante y su desmesura facciosa.

El PRI está presto para entrar al quite, lo que será fatal para el país toda vez que se trata del mismo partido que creó las condiciones para la incuestionable descomposición del tejido social, tarea que el PAN se encargó de magnificar. Es el mismo partido que dio un golpe de Estado técnico en 1983 para tomar el poder con una estrategia neofascista, que los del partido blanquiazul llevaron a límites insufribles a partir del año 2000. ¿Qué transformación podría esperarse con la profesora Gordillo liderando una reforma educativa al gusto de su grupo mafioso? ¿Qué transformación sería posible con una sociedad absolutamente envilecida por la televisión?

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