sábado, 30 de abril de 2011

¿Cómo tener optimismo ante un México violentado? Escrito por Eva Schuster

En realidad no existen respuestas contundentes para tal pregunta, lo cierto es que hay mucha impotencia que constantemente aparece en los corazones de nuestras y nuestros connacionales, es natural que esta violencia nos deje impregnados de odio y rencor, sobre todo es totalmente entendible que un México sangriento como el actual para los que han perdido a seres amados no exista mayor consuelo sólo desesperanza, pero en estos momentos más aciagos, dónde todavía tenemos seres amados por quien luchar, o por amor a la vida o por amor al próximo, despierte en nosotros un interés en transformar a México, muchos hemos sido inspirados en la misma lucha porque vivimos también los problemas tanto de inseguridad como de incertidumbre económica pero hay algo que caracteriza siempre al pueblo mexicano en su mayoría y es a no darse por vencido bajo las circunstancias que fuesen, es ahí mismo donde encontramos esperanza viva, en la lucha que tiene el más humilde para afrontar su realidad, es esa humanización de la cual estamos hambrientos todas y todos y que necesitamos encontrar en el respirar de cada día apreciando el momento de vida que se nos tiene concedido, en cada nueva luz que llega a este mundo esbozado en la sonrisa de las niñas y niños, en la mirada de los que trabajan cuando deberían sólo compartir anécdotas de juegos, en las mujeres fuertes, indígenas que jamás abandonan a sus hijas e hijos en la búsqueda del pan de cada día. Muchas veces sólo encuentro dolor, odio y rencor en muchos escritos del sentir de la gente por la desesperanza que alberga tantos corazones que han sido victimados al haber sido arrebatados por la muerte de seres queridos en el crimen de esta guerra fallida iniciada por este Gobierno que se jacta y enorgullece de ser católico pero que no tiene la más mínima idea del respeto a la vida misma y que sigue viviendo en la opulencia de su cargo. No existe ninguna fórmula que se pueda ofrecer para levantar inmediatamente al que ha perdido la fe en la vida por pobreza, por discriminación o por violencia, tampoco puede decirse que las heridas se curarán, probablemente ya estamos marcados de alguna manera ante tanta maldad e impunidad, lo cierto es que es una LUCHA constante contra la adversidad que muchos hemos emprendido, donde es más importante luchar que sucumbir, donde es más importante amar que seguir odiando, donde tenemos que vivir para seguir construyendo un día a la vez con mucha fe y con mucha esperanza. Lo que también es cierto es que el pasado nos pesará pero que tenemos que enfrentar el presente con mucho arrojo, con mucha valentía e inspirarnos unos a otros, no existen fórmulas perfectas de felicidad pero si podemos emprender un camino más equitativo para todas y todos manifestando nuestro apoyo e interés en el cambio cualitativo, seguimos siendo los arquitectos de nuestro destino, seguiremos transformando a México por todas las formas posibles, siendo mejores seres humanos, mejores madres y padres, mejores ciudadanos por el simple hecho de ofrecerle al regalo vida una ofrenda y es que jamás un pueblo como el nuestro se diese por vencido. Porque nos mueve el principio de amor al próximo, porque nos mueve la verdad atrás de la mentira.

México somos todas y todos, en nosotros recae la responsabilidad de que nuestro gobierno empiece a trabajar para nosotros, que aunque un senado sea construido por la corrupción, nosotros lo construyamos con nuestras conciencias, este barca no se hundirá mientras existan mujeres y hombres de buena voluntad, para ellos mi admiración y mi respeto. Nuestro apoyo sigue siendo sostenido por un movimiento que causa eco en los oídos corruptos: MORENA un nombre corto para una lucha muy larga. ¡Sí hay esperanza! ¡sí habrá transformación en la vida pública! y será nuestra.

Esta ya no es patria

Nos llenan las imágenes de cadáveres y “se convierten en paladines del miedo” para sembrar resignación, parálisis, aceptación, para que siente sus reales el estado policiaco.

Con mi cariño solidario a la
(mi) familia Valdés Berlanga

No entienden los políticos tradicionales. Ante el hartazgo ciudadano que todos los días crece (perfectamente plasmado en el “ya estamos hasta la madre”), frente a la desesperanza que genera esta violencia (pero también su torpeza), son incapaces de replantear los rumbos. No comprenden que la patria está acribillada (parafraseando al poeta Alfonso Sánchez Arteche), pero no sólo por los criminales que la asuelan, sino por la falta de visión de quienes hoy toman las decisiones. Dice el Presidente desde tierras lejanas que la violencia amenaza como nunca la democracia para justificar el camino emprendido y la muerte de más de 30 mil. Lo pone en esa dimensión para que la resignación apática siga siendo la respuesta ciudadana. Se alega que la inmensa mayoría de los que han muerto son delincuentes, sin que en muchos casos así se acredite o documente, sin que se sepan sus nombres, sin que haya juicios de por medio, llevando a justificar con su presunta culpabilidad el que se instaure de facto la pena de muerte, como si los jóvenes y los niños que son abatidos porque sólo en esas filas encontraron un refugio, una salida, una vía, tuvieran que dolernos menos, cuando en realidad deben atormentarnos más porque representan nuestro fracaso como sociedad. Pero los que deciden esto no lo toman en cuenta. Nos llenan las imágenes de cadáveres (las fosas recién descubiertas como preámbulo) y “se convierten en paladines del miedo” para sembrar resignación, parálisis, aceptación, para que siente sus reales el estado policiaco. Desde luego nos duele más la muerte de tantos inocentes. Algunos, los menos, han sido identificados, han adquirido un rostro. Tienen nombre. Entre ellos, Carlos Valdés Berlanga, empresario, trabajador, hombre respetado. Su muerte, como la de muchos, refuerza el grito y el llamado de muchos que, en la boca de Javier Sicilia, nos convocan, nos llaman a dejar este letargo y tomar en nuestras manos las riendas. Es el momento de la sociedad civil organizada, de su fuerza.

La prueba del poder ciudadano se demostró apenas estos días. Fueron las organizaciones de derechos humanos y civiles las que detuvieron (por lo pronto) lo que era una ley draconiana (como bien la calificó Ricardo Monreal). El establecimiento de un estado de excepción (bajo la idea de zonas de afectación), la restricción de las garantías individuales, la potestad del Ejército de catear, de detener, de interrogar, de intervenir cuando “se altera la paz social”, sin contrapeso alguno. Los que la propusieron creyeron que el temor era tan grande que se dejaría pasar sin chistar. Se equivocaron una vez más porque ellos no ven más allá de su suntuosa y mal construida sede. El asunto no es contra el Ejército, al que se ha mandado a tratar de reparar las secuelas de la tarea que otros no hicimos. Es contra la idea de que la única solución a este desafío consiste en vulnerar derechos ciudadanos. En asumir que la salida es la visión represiva y la militarización de la vida pública. No comprenden que lo que amenaza a la democracia es el hambre, la pobreza y esta desigualdad que abona el terreno para que otros recluten a nuestros niños, a nuestros jóvenes. No están dispuestos a aceptar que el abandono en el que los dejamos, que la renuncia del Estado a sus responsabilidades sociales, llevó a que una generación entera creciera sin esperanza, sin sentido de pertenencia, sin identidad. Que el asunto está en que, como diría el poeta, la suave patria los dejó huérfanos, carentes de oportunidades. Hay muchos que pensamos que esto es lo que tenemos que cambiar. Pero depende de nosotros que suceda. De nadie más. Tomar las riendas, levantar una agenda y recuperar las instituciones que hoy tienen secuestradas los intereses que no son los del país. Por lo pronto, termino secundando la iniciativa de los poetas con dolor de patria, y cito: “Ésta, la que nos queda, no es ya la patria prometida… Quédense con su patria, no es la nuestra. Nuestra patria es la vida generosa y digna que no exige morir antes de tiempo. Por su soberanía sólo vale la pena vivir y amar hasta el cansancio… Ustedes carroñeros, púdranse en su poca patria, que es de la que estamos hasta la madre”.


Ser… o neceser

Y el Presidente, ¿apá?

rrobles@mileniodiario.com.mx

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