La nociva agricultura trashumante

Juan José Morales
Impacto Ambiental

Durante mucho tiempo se ha usado desdeñosamente el término “agricultura nómada” o “trashumante”, para referirse al sistema agrícola tradicional de roza, tumba y quema, en el cual los campesinos de las zonas tropicales cultivan durante dos o tres años pequeñas parcelas que luego, al agotarse el suelo, abandonan para que el crecimiento de la vegetación natural les devuelva su fertilidad y puedan ser sembradas nuevamente 20 ó 30 años después. De esta agricultura —que en realidad no tiene nada de nómada ni trashumante y es ecológicamente muy apropiada para aprovechar los delgados y pobres suelos del trópico— se dice que es nociva y sólo sirve para acabar con la tierra.
Pues bien, en las últimas décadas, bajo los gobiernos tecnocráticos del PRI y el PAN, se ha generalizado un tipo de agricultura nómada o trashumante verdaderamente devastadora, que está acabando con el agua y con las mejores tierras laborables de México. Pero no la practican labriegos miserables en pobres suelos marginales de temporal y con técnicas rudimentarias, sino ricos agricultores en los mejores campos labrantíos, con abundante agua, buenos sistemas de riego y moderna tecnología agrícola.
Sobre esta extraña situación escribe en el número abril-junio de 2011 de la revista Ciencia, de la Academia Mexicana de Ciencias, el doctor en biotecnología de plantas Juan Carlos Raya Pérez, un investigador y catedrático con amplia experiencia en cuestiones agrícolas.
En un artículo titulado “Los cultivos transgénicos y el desarrollo del campo mexicano”, dice el Dr. Raya: “Se debe hacer un llamado de atención ante la agricultura trashumante, que alquila o compra tierras para dedicarlas un par de años o más a cultivos de exportación como el brócoli y otras hortalizas, y que extrae agua del subsuelo y fertiliza en altas dosis. El abatimiento de los mantos freáticos que ocasiona es tan rápido y sensible que muy pronto deben mudarse, dejando atrás suelos degradados y reservas de agua abatidas o contaminadas.”
Añade que, contradictoriamente, estos agricultores destructores “son usados como ejemplo de empresarios exitosos. Mientras, los campesinos son dejados a su suerte y los precios de sus productos no les permiten ni siquiera recuperar los costos.” Señala al respecto el Dr. Raya que en 2007, al iniciarse el gobierno de Calderón, se “retiró” a 230 investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones
Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), que prestaban valiosos servicios de investigación y extensión a los pequeños agricultores.
“También —agrega—, durante el sexenio foxista se acusó abiertamente a los campesinos de no tener visión empresarial y no darle valor agregado a sus productos, culpándolos de su propio fracaso. Y es que persisten en el uso de técnicas tradicionales, de variedades criollas y policultivos en las tierras marginales ocupadas por campesinos pobres.” Pero en realidad no siguen esas viejas prácticas por ignorancia o por resistencia al cambio, sino porque son las más apropiadas para las condiciones de clima y suelo en que trabajan.
Recuerda el Dr. Raya que allá por los años 40, se analizó la alternativa de estudiar e impulsar los sistemas tradicionales, o introducir el nuevo modelo de agricultura tecnificada mediante el uso de semilla mejorada, fertilización y pesticidas. “Se eligió la segunda opción, y se abandonó la primera —escribe—. Pero de algunos años a la fecha se han vuelto a reconsiderar las ventajas de los sistemas tradicionales y la necesidad de estudiarlos, pues como se ha dicho, no afectan tanto a los ecosistemas y por lo mismo evitan la degradación del ambiente. Además —añade irónicamente—, se ha reconocido que los campesinos algo saben de agricultura.”
Sin embargo, los tecnócratas en el poder siguen manteniendo en el olvido a los campesinos pobres que producen alimentos para consumo interno y protegen la naturaleza, y apoyando a los grandes agricultores que acaban con la tierra y el agua para producir cultivos de exportación.